Keir Starmer, el nuevo primer ministro de Reino Unido tras el histórico triunfo de los laboristas
El Partido Laborista logró asegurar 412 escaños del total de 650 bancas de la Cámara de los Comunes. Los conservadores, o Tories como se les llama, obtuvieron 121 y los demócratas liberales 71. Los laboristas supieron beneficiarse del colapso del Partido Nacional Escocés, que se vio envuelto en controversias financieras y perdió muchos de sus escaños.
El partido de derecha, Reform UK, sucesor del Partido del Brexit, obtendrá cuatro escaños. Nigel Farage, su polémico líder, obtuvo por fin una banca en su octavo intento. Aunque la “nueva derecha” de Reform Party consiguió 14% de los votos y pudo entrar al Parlamento quedó lejos de su expectativa inicial de 13 bancas.
Tras la peor elección en 200 años para los Tories, en la cual perdieron 250 bancas, se espera una batalla política e ideológica para decidir el rumbo del histórico partido. Rishi Sunak, el primer ministro saliente, aceptó su responsabilidad por el resultado y pidió disculpas a sus colegas derrotados durante una breve declaración bajo la lluvia en el número 10 de Downing Street. Dijo que dimitiría como líder del partido en las próximas semanas. Reform UK de Nigel Farage podría beneficiarse del colapso torie y apelará a su base de apoyo conservadora para engrosar las filas del partido.
Esta victoria marca el fin de un turbulento periodo de 14 años de gobierno conservador, durante el cual cinco diferentes primeros ministros ocuparon el cargo y enfrentaron desafíos como el Brexit; el referéndum sobre la independencia de Escocia, la pandemia y la guerra en Ucrania.
La campaña electoral se caracterizó por el descontento con el gobierno conservador, que se vio afectado por numerosos escándalos y divisiones internas. Los laboristas, bajo el liderazgo de Starmer, de 61 años, supieron aprovechar este descontento para promover un mensaje de renovación y estabilidad económica y política.
“No voy a presentarme aquí y decir que hay una varita mágica que puedo agitar el día después de las elecciones y encontrar el dinero que no hay”, dijo en un debate cara a cara con su predecesor Rishi Sunak antes de las elecciones. “Se ha hecho un daño enorme a nuestra economía. Va a llevar tiempo”.
Keir Starmer dejo de lado su carrera como abogado para volcarse a la política a los 50 y se volvió líder del Partido Laborista en 2020 luego del peor resultado electoral del partido en un siglo. Se caracterizó por un enfoque calmado y pragmático durante la campaña. Evitó hacer promesas grandilocuentes, en cambio, se enfocó en la importancia de la creación de riqueza y la estabilidad política y económica. Este enfoque cauteloso contrastó con la formas más carismáticas adoptadas por los últimos que ejercieron el cargo como el histriónico Boris Johnson e incluso el primer ministro saliente Sunak.
Starmer logró convencer a los votantes de su compromiso con un cambio gradual y sostenible, mesura rara de encontrar en un contexto político en el que los populistas provocadores parecen acaparar las miradas y los votos.
El flamante primer ministro enfrenta una larga lista de desafíos urgentes al asumir el cargo y cuenta con pocos recursos para afrontarlos, una situación que podría cercenar cualquier periodo de “luna de miel” ofrecido por el pueblo británico.
Aumento del costo de vida; deterioro en el sistema educativo y en la provisión de servicios básicos como el agua; problemas en el servicio público de salud producto de recurrentes huelgas en los últimos dos años; entre otros, se suman a la larga lista de problemas.
En el ámbito internacional, el nuevo primer ministro ha dejado claro que mantendrá una relación estrecha con Estados Unidos, independientemente de quién sea el presidente y está previsto que asista a una cumbre de la OTAN en Estados Unidos del 9 al 11 de julio.
También ha señalado que no buscará reingresar al mercado único o la unión aduanera de la Unión Europea, pero intentará reducir algunas barreras comerciales para ayudar a las pequeñas empresas británicas, como por ejemplo con un acuerdo veterinario y fitosanitario y mayor facilidad para homologar títulos y cualificaciones.
En cuanto a Ucrania, el Partido Laborista ha prometido mantener un firme apoyo militar, financiero y diplomático al país en su lucha contra la agresión rusa. También ha expresado su compromiso de reconocer un estado palestino en el contexto de un proceso de paz renovado que resulte en una solución de dos estados.
En cuanto a la economía, la promesa de no aumentar los impuestos sobre la renta, el seguro nacional de los empleados, el IVA y el impuesto de sociedades ha sido bien recibida por sectores empresariales. Sin embargo, la falta de recursos fiscales significará que el nuevo gobierno tendrá que gestionar cuidadosamente sus prioridades y expectativas públicas.
Con sólo 9.000 millones de libras (11.000 millones de dólares) del llamado margen fiscal -apenas un tercio de la media de los gobiernos desde 2010-, Starmer podría tener que seguir insistiendo en el mensaje de que el cambio llevará tiempo.
Starmer afirma liderar un Partido Laborista renovado tras años de haber inculcado un sentido de disciplina luego de que prácticamente quedará destrozado durante los años del Brexit bajo su predecesor, el veterano izquierdista Jeremy Corbyn.
“Seguramente todo el mundo tiene claro que nuestro país necesita un mayor reseteo, un redescubrimiento de quiénes somos, porque por feroces que hayan sido las tormentas de la historia, una de las mayores fortalezas de esta nación ha sido siempre nuestra capacidad para navegar hacia aguas más tranquilas”, afirmó.
“Esto depende de los políticos, en particular de aquellos que defienden la estabilidad y la moderación, como hago yo”. Y añadió: “Mi gobierno luchará cada día hasta que vuelvan a creer. A partir de ahora, tienen un gobierno sin doctrinas, guiado únicamente por la determinación de servir a vuestros intereses. Para desafiar en silencio a los que han dado por perdido a nuestro país”.
Parece que Gran Bretaña, a contracorriente del mundo, vuelve a una época en la que “lo aburrido es bueno”.