Lo que dejó el viaje de Xi Jinping a Europa
El presidente chino, Xi Jinping, concluyó una gira de cinco días por Europa donde promocionó la visión de Beijing de un mundo multipolar y mantuvo conversaciones sobre comercio, inversiones y la guerra en Ucrania.
Los destinos elegidos estuvieron muy bien pensados y más allá de la vaguedad y escasez de los acuerdos públicos firmados, el viaje revistió un importante tinte simbólico.
Durante el año pasado Francia fue la única potencia occidental que, en el contexto de la disputa comercial -y hegemónica- entre Estados Unidos y China, se moderó en la estrategia de de-risking promovida por EEUU y abogó por una autonomía estratégica europea de la que se reconoce como líder.
Hace poco más de un año Macron visitó China y además de declarar que Taiwán es “una crisis que no es nuestra y de la cuál Europa debe mantenerse afuera y no seguir a Estados Unidos” aseguró inversiones para una planta de Airbus en China, la construcción de centrales nucleares con tecnología francesa en el país asiático y la compra de gas chino en yuanes.
Serbia por su parte, es uno de los países europeos más cercanos a Rusia, con quien comparte la cultura eslava, y por lo tanto uno de los que ha evitado replicar la narrativa occidental que equipara a Rusia con China e Irán y los califica como el eje autoritario que busca subvertir el orden mundial basado en reglas.
Hungría ha tenido posturas similares, pero a diferencia de Serbia que no forma parte de la Unión Europea, su voz en el Parlamento Europeo y su poder de veto en las decisiones unánimes, como la que frenó por más de un año la entrada de Suecia a la OTAN, representan una herramienta estratégica de gran valor en la política exterior China y su relación con Europa.
Antes de adentrarnos en las cuestiones discutidas y los acuerdos alcanzados cabe destacar la especialmente buena bienvenida dada a Xi en los países que visitó, algo que lejos de ser accesorio representa un claro gesto simbólico. La importancia de las recepciones fue tema de debate hace unas semanas cuando el Secretario de Estado estadounidense Antony Blinken fue recibido en China sin alfombra roja y por un funcionario con un cargo de poca importancia.
El presidente francés Emmanuel Macron intentó mostrar una relación cercana con Xi, le regaló botellas de cognac de lujo y lo llevó en un viaje a los Pirineos, a un lugar frecuentado por el líder francés en su infancia. En Hungría el presidente Tamas Sulyok y el primer ministro Viktor Orban lo recibieron con alfombra roja y honores militares,. Sin embargo, Serbia fue el lugar donde le dieron la mayor bienvenida. Según el medio estatal chino Xinhua, decenas de miles de serbios se reunieron fuera del palacio presidencial con banderas chinas.
Durante el viaje de dos días de Xi a Francia, Macron presionó al líder chino para que abordara los desequilibrios comerciales de Beijing con la UE. En 2023 el bloque tuvo un déficit comercial de bienes con China de 314.720 millones de dólares. Además, le pidió a Xi que utilizara su influencia sobre el presidente ruso Vladimir Putin para poner fin a la guerra en Ucrania.
Macron invitó a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, a unirse a sus conversaciones con Xi, para subrayar la unidad europea en los llamados a un mayor acceso al mercado chino y abordar las quejas del bloque sobre su exceso de capacidad y posibilidad de dumping en el mercado de vehículos eléctricos y tecnología verde. Ambos también presionaron a Xi para que controlara las ventas de productos y tecnologías a Rusia que pueden usarse tanto para fines civiles como militares.
En la ya mencionada visita de Macron a China hace un año, Von der Leyen también formó parte de la comitiva, pero sus diferencias con Macron dejaron en evidencia la diversidad de posiciones que existen en Europa frente a China.
Las prácticas comerciales chinas son vistas como agresivas en Europa y se han levantado muchas preocupaciones sobre la amenaza de que el exceso de capacidad industrial china impulse una ola de importaciones baratas y subsidiadas por el Estado en la Unión Europea, principalmente en artículos como vehículos eléctricos y paneles solares que pondrían en peligro a los productores nacionales.
En este tema podemos ver la contradicción entre el liderazgo y la militancia de los paises europeos en los organismos internacionales en temas de ecología y descarbonización de la economía, instando a otros paises a actuar y tomar medidas, y la defensa puertas adentro de su industria nacional incluso cuando esto va en contra de la masificación de productos ecológicos que reducirían enormemente las emisiones de carbono de sus ciudadanos.
Xi negó que existiera un “problema de exceso de capacidad” chino y solo reiteró sus llamados a negociaciones para poner fin a la guerra entre Rusia y Ucrania. Xi, que se espera reciba a Putin en China a finales de este mes, dijo que llamó a todas las partes a reiniciar el contacto y el diálogo.
Una de las pocas cosas propuestas por Macron que Xi no esquivó totalmente fue el compromiso de apoyar la instauración de una tregua en todos los conflictos globales durante las Olimpiadas de Paris que se extenderán del 26 de julio al 11 de agosto. Esto no deja de ser una cesión “barata” para China ya que no le cuesta más que palabras.
El gobierno chino ha apoyado retóricamente el fin de la guerra en Ucrania durante los últimos dos años, pero se ha negado a ejercer presión alguna sobre el presidente Vladimir Putin para que ponga fin al conflicto. Difícilmente Putin tenga algún reparo en seguir la guerra durante las Olimpiadas, de hecho, la avanzada Rusia sobre Georgia en 2008 fue lanzada durante las Olimpiadas en Beijing.
A pesar de no lograr avances significativos en las negociaciones, si analizamos la reunión entre los líderes en conjunto con la visita de Macron en enero a India y en marzo a Brasil, vemos que se esta construyendo una visión compartida entre China y Francia en la que se reconoce la creciente multipolaridad en el mundo. La idea de “autonomía estratégica” que Macron promueve en Europa implica la promoción de las relaciones directas de Europa como bloque con las potencias más allá de los lineamientos de Estados Unidos.
En Serbia y Hungría si se llegaron a firmar algunos acuerdos, algo facilitado por el hecho de que ambos países forman parte de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, también conocida como Nueva Ruta de la Seda, el ambicioso plan de infraestructura (e importante herramienta de influencia) promovido por China que busca conectar Asia con África y Europa a partir de la construcción de grandes obras con financiamiento chino.
En Belgrado, Vucic, el presidente serbio, suscribió a una “comunidad global de futuro compartido” con China y los dos líderes elogiaron su “asociación férrea” al tiempo que anunciaron que el acuerdo de libre comercio firmado entre sus dos países el año pasado entrará en vigor el 1 de julio. Otras promesas económicas incluyeron el establecimiento de nuevas conexiones aéreas entre los dos países y la aceptación de importaciones de productos agrícolas serbios.
Un dato no menor es que la visita se dio en el día del 25° aniversario del bombardeo de la embajada china en Belgrado, perpetrado por Estados Unidos, que dejó 3 ciudadanos chinos muertos y que fue calificado por EEUU como un “error”. Esto ocurrió en el marco de la intervención de la OTAN en la Guerra de Kosovo, que finalizó con el reconocimiento parcial pero mayoritario por parte de la comunidad internacional liderada por occidente de la secesión de Kosovo de Serbia.
Según funcionarios húngaros, en Budapest Xi prometió más inversiones en transporte y energía, incluida la construcción de un ferrocarril de alta velocidad que conecte el centro de la capital con su aeropuerto y cooperación en el sector nuclear.
Xi también prometió avanzar en un proyecto de 2.100 millones de dólares para conectar la capital húngara con la capital serbia. El plan, que se financia en su mayor parte con un préstamo de China, forma parte de la Iniciativa de la Franja y la Ruta.